¡Cuidado con el Síndrome de la Mujer Mártir!

Cuidado con el síndrome de la mujer mártir

Empecemos con definiciones para entrar en contexto.

¿QUÉ SIGNIFICA SER UNA MÁRTIR?

Por definición, mártir es: 

  • Persona que sufre o muere por defender su religión o sus ideales.

  • Persona que padece sufrimientos, injusticias o privaciones por alguien o por algo, especialmente si los padece con resignación.

A veces confundimos la independencia que nos trae el trabajar en nuestro empoderamiento, con la autosuficiencia.

Para mí son dos cosas distintas y por tanto considero válido hacer la distinción para no caer en las mismas trampas de siempre, donde terminamos enredadas en “deberes” y en un mar de tareas infinitas y perdemos autonomía.

Considero que la autosuficiencia (estado o condición de quien se basta a sí mismo) es sinónimo de lo que llamo el “Síndrome de la mujer mártir”.

La mujer mártir es aquella que:

  • Juega a que puede con todo sola, a costa de todo y de todos.

  • Se carga todas las mochilas, propias y de quienes la rodean.

  • Ayuda hasta a quien no se lo pide.

  • Trabaja sacrificadamente. 

  • Es la que siempre hace todo sola y nadie se lo valora.

  • “Lo hace porque quiere y no le cuesta”, pero después se enoja cuando no es reconocida o no  le retribuyen como ella espera o como ella obviamente lo haría. 

  • Es la que nunca pide ayuda, y que siempre la da sin medir y sin importar qué. Cree que lo hace desinteresadamente pero en verdad siempre te cobra un diezmo de contrabando.

  • Bajo la falsa idea de que sacrificarse por otros es un gran valor, no reconoce que en el fondo sufre de una gran dependencia emocional: la del reconocimiento, la valoración y el amor de las personas que la rodean (que finalmente nunca llega del modo que ella espera).

Claro que esta construcción no es aleatoria, realmente nos han vendido (y durante mucho tiempo hemos comprado) la idea de que estar para otras personas al 100% a costa de nuestros deseos, necesidades y valores, era el único valor que teníamos como mujeres, o era la única forma que íbamos a ser queridas y respetadas por otros.

Pero ya es momento de deconstruir esa idea, dándonos cuenta que de la única forma de que podemos estar para los demás de manera sana es sabiendo estar primero para nosotras mismas de manera amorosa.

Es decir, la mujer mártir despliega 2 grandes aristas:

  1. Autosuficiencia, que confunde con Independencia.

  2. Disponibilidad al 100% los 365 días del año que confunde con bondad, amistad, ser buena persona.

¿Por qué es importante distinguir y diferenciar estas “confusiones”?

La autosuficiencia no es ser independientes, es creer que si hacemos todo solas sin pedir ayuda, obtendremos un reconocimiento externo como contrapartida. Sentimos que ser autosuficiente nos da un poder y un valor inmensos cuando en realidad es la expresión desesperada del victimismo: “¡Mirenme, hago todo sola, pero no importa, yo puedo!”, es decir, es una trampa del ego que nos lleva a cargar con más peso del que podemos y sobre todo más del necesario. 

Ser independientes, en cambio, se trata de poder construir nuestra vida con otros, sabiendo pedir ayuda (y sobre todo sabiendo a quién podemos pedirla), pero en caso de no tenerla o no recibirla, no significa que quedemos vacías y desarmadas, podrá dolernos, pero seguimos completas como para continuar con nuestra existencia.

Cuando confundimos estar disponibles para los demás todo el tiempo con un valor, como ser buenas amigas o buena persona, nos lleva a descuidarnos a nosotras mismas. Creemos que si decimos que no a un pedido, la otra persona se ofenderá o dejará de tenernos en estima, entonces minimizamos nuestras necesidades y deseos y accedemos a cualquier costo. Esto termina en que sobrepasamos nuestros propios límites y terminamos perdiéndonos, sin saber en definitiva muy bien quienes somos ni qué queremos.

Lo peligroso de esto, es que al creer que lo hacemos de manera desinteresada, caemos en las manipulaciones de los demás, y también terminamos forzando o manipulando nosotras el afecto de los otros.

Cuidado con el síndrome de la mujer mártir

Pros y contras de ser una mujer mártir

A decir verdad los pros no son tales, en realidad lo que vamos a descubrir aquí es la función positiva que cumple esta posición de mártir. Como todas las ideas y creencias que sostenemos y defendemos, sean estas positivas o negativas, lógicas o ilógicas, están en nuestra mente y las reproducimos porque en el fondo cumplen una función que nos trae algún beneficio aunque no lo tengamos declarado de manera consciente. Bajo el valor y la idea de sacrificio en los vínculos se oculta la intención de obtener amor. Es decir, en realidad desde este lugar sacrificado no estamos dando nada desinteresadamente, en el fondo lo que ocultamos es una enorme sed y necesidad descubierta de amor y reconocimiento.

Esta herida, como todas las que arrastramos cuando vivimos dormidas, se gestó en nuestra edad más temprana, cuando éramos niñas, y nos enseñaron que la gratificación y el amor viene como consecuencia de una acción, de algo que tenemos que hacer o dar por otros. Claro que nos enseñaron lo que aprendieron y no juzgamos a nuestros padres por eso, buscamos comprender para transformarnos hoy en nuestra vida actual.

Lo que tenemos que aprender y reconocer hoy, es que somos dignas de ser amadas por el solo hecho de ser lo que somos y como somos.

Sí, así tal cual sos en este momento presente y como sos en este instante tenés derecho a ser amada. Y si no lo creés y empezás a nombrar en tu mente todas las cualidades o características que deberías de cambiar antes de poder ser querida, en realidad no es más que una acumulación de juicios que necesitas aprender a despejar.

No quiero decir con esto que no es importante buscar crecer y desarrollarse, todo lo contrario, pero para poder empezar a construir un desarrollo personal verdadero, necesitamos limpiar el terreno de juicios y creencias limitantes. Necesitamos empezar a aceptar y aceptarnos en este momento presente, de lo contrario nos pasamos la vida pensando en lo insuficiente que creemos ser, juzgandonos por no ser o tener eso que suponemos que nos falta y por ende reproduciendo el mismo malestar que vivimos hace años.

En resumidas cuentas la intención positiva que está detrás del dar sin medidas, es la de ser queridas, reconocidas y valoradas.

Los contras de todo esto es que ese amor, valor y reconocimiento nunca termina llegando. No al menos del modo que esperamos o imaginamos.

¿Nunca les pasó de dar y dar en una relación, pensando que lo hacían desinteresadamente, diciendose a si mismas y a los demás “lo hago porque me gusta hacerlo, porque no me molesta, porque soy así…” y llegado cierto punto terminar enojadas pensando que al final dieron todo y no recibieron nada a cambio? Si ese dar hubiese sido desinteresado no habría enojo y resentimiento en ningún momento.

Otro de los contras de ser una mujer mártir es que nos drenamos y nos perdemos a nosotras mismas.

Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo pendientes de las demás personas, sea de nuestros padres, hijos, pareja o de una compañera de trabajo o la vecina del 5to piso, da igual. Estamos tan pendientes de ayudar y cumplir con todos, que no nos da tiempo para nada, mucho menos para nosotras y nuestras necesidades. Y es ahí cuando nos terminamos de perder, cuando dejamos muy atrás en el olvido qué queremos hacer de verdad, qué necesitamos hacer por nosotras, nos olvidamos de prestarnos atención y cuando eso sucede nos desconectamos tanto de nuestros deseos como de nuestras necesidades.

Estar desconectadas de nuestros deseos y necesidades nos lleva indefectiblemente a descuidarnos por completo, y cuando esto ocurre caemos en las trampas de la  proyección, donde ponemos nuestro malestar en el otro. Comenzamos a sentir que al final lo que hicimos fue en vano, que nadie reconoce todo el sacrificio que hicimos y terminamos en demandas y exigencias. 

Buscamos afuera, lo que no hemos cuidado por dentro. Esperamos de los demás que atiendan nuestra necesidades como nosotras creemos haber hecho con ellos, porque no hemos tenido el autocuidado debido de estar para nosotras antes de llegar al colapso.

La importancia del Autocuidado

Cuando permanecemos en la posición de mujer mártir vemos el autocuidado como una acción egoísta, sumamente individualista. Juzgamos que estar para nosotras es un cliché y que el amor es solamente dar, no sabemos recibir.

Pero el saber cuidarnos es pilar fundamental de una buena estima personal, de una relación sana con nosotras mismas que se verá reflejada en todos nuestros vínculos y tareas.

Importancia del autocuidado

El autocuidado requiere de al menos, dos grandes bases:

  1. Saber detectar y escuchar nuestras necesidades y deseos.

  2. Responsabilizarnos de su satisfacción.

  • Detectar nuestras necesidades y deseos requiere de un trabajo constante de autoconocimiento y de practicar una escucha activa y compasiva hacia nosotras mismas. Esto requiere de un encuadre, es decir, de dedicarle un tiempo y un espacio, ya sea en un espacio terapéutico o practicándolo diariamente en la vida cotidiana haciéndonos un lugar en la agenda.

Podemos utilizar herramientas como la escritura, las meditaciones y visualizaciones que nos permiten estar presentes y conectar con nuestras emociones, accediendo de manera consciente a comprender cuáles son esas necesidades emocionales que requieren de nuestra atención en ese momento.

  • Responsabilizarnos de su satisfacción implica, primero ser conscientes que justamente es nuestra responsabilidad hacernos felices, no depende de nadie más. Podemos buscar compartir nuestros proyectos, anhelos y deseos, pero solo depende de nosotras saber qué cosas nos hacen feliz, qué deseamos hacer con nuestra vida y cómo queremos lograrlo.

Y segundo, buscar las herramientas, los recursos y los espacios que nos permitan desplegar y potenciar nuestros recursos internos y externos para alcanzar eso que queremos lograr.

En conclusión, el síndrome de la mujer mártir nos lleva a permanecer en dependencia emocional, esperando que los demás nos reconozcan y nos hagan felices, manipulando nuestros vínculos desde una entrega desmedida.

Para salir de este círculo vicioso necesitamos realizar un trabajo de autoconocimiento que nos permita establecer límites de autocuidado y amor propio


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Paola BossiComentario