El despertar de una comunidad de mujeres conscientes

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Las mujeres atravesamos una época donde comenzamos a cuestionarlo todo. En particular, los mandatos de cómo debemos ser y los estándares de qué configura “una buena mujer y una buena madre”. Nos preguntamos sobre los modos de relacionarnos con otras personas; la manera de vincularnos con nosotras mismas; la forma en que construimos autonomía; y el propósito que le damos a la vida. Es el comienzo de un despertar que nos invita al cambio. En este artículo desarrollaré qué herramientas existen a disposición para acompañarte y formar una comunidad de mujeres conscientes y alineadas con sus deseos.

Como un cuento

Hasta ahora hemos permanecido ausentes como la princesa Aurora en el relato “La bella durmiente” de Disney, esperando a que el príncipe azul nos despierte, nos salve del mal y nos dé el happy ending que termina con la frase: “Felices para siempre”. Pero lo cierto es que ese personaje encarna una figura masculina impregnada de paternalismo y encierra otra idea más intensa: la responsabilidad de nuestra felicidad y la construcción de una vida plena está siempre por fuera. Nos dice que alguien o algo por fuera es lo único capaz de posibilitarnos el espabilar y proveernos amor y alegría. Si no alcanzamos ese beso mágico o somos tocadas por un hada madrina seremos desdichadas.

El problema es que si todo viene desde afuera la única opción es la parálisis y permanecer como niñas indefensas e incapaces de tomar responsabilidad y decisiones conscientes sobre lo que cada una quiere construir de su propia vida.

Sin embargo, hoy podemos ver a miles de mujeres que toman las riendas de sus caminos. Ellas emprenden su propósito, organizan distintas luchas por sus derechos y ponen voz y cuerpo a los reclamos por violencias que antes estaban invisibilizadas. Muestran otras formas de construir amor, vivir el deseo y crear autonomía. Por eso en la actualidad nos hemos familiarizado con términos como sororidad, empoderamiento y emprendedurismo. Y si una pudo, podemos todas.

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Mejor que lo esperable: lo deseado

Durante muchos años mi vida fue como una cadena de acontecimientos de lo que suponía que debía ser. Lo cuestionaba, pero desde el silencio como si estuviera agazapada o escondida. Transité distintos espacios de terapias psicológicas donde las preguntas que hacía sobre mi existencia no eran comprendidas. Finalmente me dejé convencer de que debía entregarme a esa sucesión prefabricada: estudiar, trabajar, cuidar de una familia, trabajar, comprar una casa, jubilarse y listo. Ese curso de acciones suponía madurar.

El camino “correcto” me llevó a desatender mis deseos, valores y límites. Básicamente dejé de oírme y quererme. Empecé a esperar a que llegase ese príncipe azul. Siguiendo con la alegoría de “La Bella Durmiente”, mi beso, el que inició mi despertar, fueron las consecuencias de una relación tóxica que derivó en una maternidad en soledad. Fue un beso lento y amargo, con sabor a inestabilidad emocional y vulnerabilidad económica. 

Con la autoestima en baja y la angustia, el miedo y el enojo en ascenso, mi cuerpo no resistió. No tenía energía y la ansiedad de no saber qué iba a pasar conmigo y con mi hijo me dejaba pocas chances de avanzar. O al menos así lo percibía. Me sumergí en la oscuridad y me dejé arrastrar. 

Durante un largo tiempo la queja fue mi compañera fiel y la lástima mi mejor amiga. Toqué fondo. Descubrí a la fuerza que nadie cambia si no lo desea y que cada persona no debe ajustarse a mis preferencias: cada cual tiene su historia, sus dolores y sus batallas.

Entendí que al poner mi atención en el afuera y esperar que alguien me rescate o que otras personas cambien, alivianen la carga o se disculpen, le quitaba el foco a lo único que importaba: solo yo podía sacarme de ese pozo.

Revelación y trabajo

Al tomar consciencia de que desatendí mis heridas, dolores y necesidades comprendí que también podía hacer lo contrario. Fue un momento de gritar: ¡Eureka! Si había construido esa situación también podía crear una que estuviera alineada a mis expectativas.

Para iniciar el nuevo camino primero fui hacia adentro: la autoindagación. Recuperé cuáles eran mis cicatrices, valores y objetivos. Luego deconstruí lo que me mantenía atada a viejos patrones de malestar y me permití perdonar. Empecé a focalizar mis acciones hacia lo que anhelaba interna e individualmente. Como toda curiosa empedernida encontré herramientas de sanación maravillosas como la biodescodificación, el coaching y la Programación Neurolingüística (PNL).

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A través de distintos instrumentos logré una mayor amplitud de conciencia que me permitió tomar responsabilidad de mi vida y elegir mirando a mis objetivos. No mucho más tarde llegaron los resultados verdaderos y concretos. Recuperé el amor propio y fortalecí mi mente, cuerpo y espíritu. Construí un nuevo hogar con mi hijo y con un compañero con quien nos elegimos desde el amor consciente y no desde la necesidad. Descubrí mi propósito y emprendí.

Hoy puedo decir que soy una mujer con mayor nivel de consciencia y tengo independencia emocional y económica. Continúo creciendo y aprendo de los desafíos que se presentan. No recorrí el camino sola. Fui acompañada de profesionales formadas, comprometidas y empáticas. Busqué personas que me ayudaran a poner luz donde no había y que me enseñaran cómo sanar y empoderarme. Eso es lo que transmito hoy, ese es mi propósito. 

Quiero acompañarte por el tiempo que necesites a descubrir tu valor, que reconozcas tus recursos, que aprendas a recomponerte y hacerte responsable de vos con amor y compromiso.

Mi intención es que construyamos juntas una comunidad de mujeres capaces de sanar juntas para vivir de forma plena y de acuerdo con lo que cada una considere es la felicidad. Ya somos muchísimas quienes decidimos dejar de esperar que vengan a salvarnos. Cada vez más somos las que entendemos que el poder de reinventarnos y las respuestas que necesitamos están en nosotras. Sólo necesitamos saber cómo hacerlo.

Podés ser lo quieras y lo que te permitas ser. Cuando realmente lo creas y quieres descubrir cómo te estaré esperando.

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¿Estás lista para amarte?

Paola BossiComentario