Cómo alcanzar la vida que quieres
Fuimos criadas bajo viejos paradigmas relacionados al sacrificio por el trabajo, a la escasez del dinero, a la mala suerte y a otros determinismos (los genéticos, psicológicos o ancestrales) que nos convencieron de algo: todo es muy difícil y poco podemos hacer para revertirlo. Quiero que sepas que esto no es verdad, mucho es lo que podemos hacer, pero también lo es el trabajo que necesitamos para conseguirlo.
Ahora, para romper ese sistema de creencias que te tiene atrapada y crear la vida que quieres es necesario tomar acción, comprometerte con vos misma a atravesar los miedos, las incertidumbres y los errores. Aprender de las caídas y seguir andando.
Crear la vida que deseas necesariamente implica salir de la zona de confort y navegar en la incomodidad. Te aseguro que cuando dimensionas lo que está en juego, ese esfuerzo es un precio que estarás más que dispuesta a pagar.
Análisis y búsqueda de equilibrio
Podemos entender la insatisfacción como un motor, el puntapié que nos motiva a la búsqueda de cumplir con un deseo o una necesidad. Estar insatisfecha se vuelve perjudicial cuando decidimos no tomar ninguna medida o acción. Es común en ciertos momentos sentir que una o más áreas de nuestras vidas no están funcionando como desearíamos, que les hace falta algo o que no nos alcanza. Allí es donde debemos prestar atención y evaluar:
¿Qué necesidad dejamos descubierta?
¿A qué área pertenece (laboral, personal o familiar)?
¿Qué podemos hacer para restablecer o lograr un equilibrio?
Alcanzar la vida que queremos es un camino de consciencia y responsabilidad. Requerirá enfrentar nuestras creencias, nuestras formas de vernos y tratarnos, nuestras heridas por sanar y el modo en el que vemos al mundo. También deberemos asumir nuestro poder personal y entender el impacto que tienen nuestros pensamientos, acciones y palabras.
Mis decisiones de ayer son las responsables de lo que me trajo aquí hoy.
Herencia no es destino
Al principio de nuestras vidas nos han enseñado sobre matemática, física y literatura, pero nada nos dijeron sobre cómo gestionar las emociones. Pasaron por alto explicarnos la importancia de conocer cómo cuidarnos y usar nuestros recursos. Tampoco nos llamaron a revisar con compasión nuestra historia ni a evaluar nuestras decisiones. Menos nos introdujeron en cómo ubicarnos para enfrentar un cambio o cómo gestionarlo. Por lo tanto, seguimos actuando como niñas de 5 años que esperan que las soluciones vengan de afuera.
Fuimos programadas para que las respuestas lleguen de alguien que nos materna abrigando miedos, sanando heridas y dándonos cobijo por las noches cuando todo parece volverse oscuro y tenebroso. Esa expectativa es la que naturalmente tenemos en la infancia, pero no se ha actualizado ni desarrollado en la vida adulta por falta de conocimiento. En gran medida es el motivo que nos impide responsabilizarnos de lo que nos duele. Es la razón por la que percibimos constantes fracasos o sentimos que el mundo está mal. Como adultas es hora de tomar las riendas. No podemos seguir esperando.
La conciencia hace a la acción
Crear la vida que queremos implica necesariamente tomar la decisión de hacerlo de forma consciente. Es comprometernos con nosotras para atravesar los miedos, las incertidumbres y los errores. Es aprender de las caídas y seguir andando. Nos exige indagar en el mundo interno, abrazarlo y contenernos con fuerza. Debemos dejar atrás el victimismo y las culpabilidades.
Descubrir qué es lo que realmente queremos lleva tiempo de autoconocimiento. Nos convoca a entendernos, perdonarnos y sentirnos lo suficientemente capaces y merecedoras de conquistar todo eso que siempre soñamos. Lo más difícil no es emprender el viaje sino tomar la decisión y comprometernos a cruzar ese puente. Podemos tener caídas, pero las gratificaciones que iremos encontrando serán el motor del siguiente paso.
Hacia un propósito
Alcanzar la vida que deseamos implica trabajo, compromiso y voluntad, pero no es necesario que lo hagamos solas. En mi caso hubo un momento de mi vida donde me encontraba prácticamente sin dinero, viviendo en la casa de mi madre, criando sola a un bebé recién nacido. Estaba debilitada física y psicológicamente. Creía que nunca iba a poder salir de ahí para poder construir una familia y que nadie me iba a amar. Después de mucho llorar y sufrir me dije: “¡Basta!¡Hasta aquí!”.
Entendí que si continuaba tomando las mismas decisiones una y otra vez nada distinto podía acontecer. Tenía que modificar la dirección si pretendía llegar a otro destino. Debía animarme a cruzar ese puente. Comencé primero buscando información y aprendiendo. Internet es un mundo maravilloso de recursos si sabes elegirlos de forma consciente. Más tarde busqué ayuda terapéutica de personas capacitadas y que me inspiraban admiración y confianza.
Hoy puedo decir que logré construir todo lo que me propuse: encontré mi propósito y lo convertí en un trabajo independiente, un nuevo hogar, una pareja amorosa y una relación conmigo misma mucho más sana. Mis deseos siguen creciendo. Este desarrollo personal y profesional me encuentra acompañando a cada vez más mujeres que desean cruzar ese puente y alcanzar la vida que quieren.