Cómo conquistar la independencia económica
Cuando hablo de independencia económica me refiero al hecho de, no solo poder cubrir nuestras necesidades básicas y de nuestros hijos o familia -diría que eso está más que descontado- sino además, poder disfrutar de nuestro dinero para lo que nos plazca. Sin rendir cuentas, sin esconder lo que hacemos o dejamos de hacer, sin pedir, mucho menos mendigar.
Es decir, la independencia económica está íntimamente relacionada con la independencia emocional. O dicho de otro modo, la dependencia económica, es por sobre todo una dependencia emocional - ¡terriblemente emocional!
Ahora bien, supongamos que tenemos un trabajo fijo, con un buen sueldo, en blanco, obra social, vacaciones y demás beneficios que suelen ofrecer los trabajos en relación de dependencia -atentas a la definición, que no es casual-, pero lo que hacemos allí no nos llena, no nos genera satisfacción real. Quizás cierto entusiasmo al principio o con suerte un espacio de trabajo ameno y compañeros agradables, pero al final del día nos deja más agotamiento que gratificaciones y nos pasamos esperando el viernes y odiando la llegada de cada lunes, ansiando los 15 días de libertad que nos brindan las vacaciones.
Déjenme decirles, queridas amigas, que eso no es independencia económica, por el contrario estamos sumamente dependientes de ese trabajo.
Si un trabajo te da dinero pero no bienestar emocional, gratificación y crecimiento profesional...pues no te está dando ninguna libertad, te está generando dependencia a ese sitio.
¿Qué papel juegan la cultura, las creencias limitantes y los mandatos familiares en nuestra dependencia económica?
Como ya sabemos, vivimos en una sociedad patriarcal y paternalista donde el hombre oficia -como bien refiere el término- de “padre protector y proveedor”, pre-suponiendo que las mujeres nos debemos a las tareas de cuidado, hogar y crianza, y que además, no poseemos las capacidades y habilidades suficientes como para sobrevivir por fuera de la “cueva”.
Si bien este modelo es tan antiguo y arcaico como suena se sigue reproduciendo en muchos ámbitos y muchas familias a través de las creencias y mandatos que no se han actualizado en las generaciones anteriores.
Por lo tanto, las mujeres tenemos el desafío de deconstruir esas creencias y comenzar a gestionar nuestros espacios de desarrollo y crecimiento profesional y económico, para llegar a nuestra vida adulta, dependiendo nada más que de nosotras mismas.
Por dar un ejemplo, existen muchas creencias limitantes en torno al dinero:
La gente con dinero es egoísta, ambiciosa, lo consigue de manera deshonrosa.
Mejor pobre, pero honesta.
El dinero se consigue con sacrificio.
Tener dinero siempre trae problemas con amigos y familia.
Solo por nombrar algunos prejuicios que solemos tener desde la infancia, por escuchar a nuestras familias hablar de ese modo al respecto.
¿Y quién puede desear realmente tener dinero si el costo es tan alto? Porque una cosa es decir lo que nos gustaría, y otra es cómo ofician las creencias desde las sombras. Por ello es tan importante tomar conciencia de estas creencias, para actualizarlas y que dejen de ejercer poder de manera automática.
Cómo nos afecta la dependencia económica
Como mencionaba en un principio, la dependencia económica está sumamente aparejada a la dependencia emocional. ¿Qué quiero decir con esto? Que cuando no tenemos disponibilidad financiera para cubrir nuestras necesidades básicas (vivienda, alimentación, educación, vestimenta) quedamos atadas a algún tipo de proveedor, sean nuestros padres, pareja o un trabajo que odiamos.
Esto nos lleva a sentir que, frente a situaciones de malestar, no tenemos escapatoria. Debemos permanecer en esa relación, vínculo, para, básicamente, subsistir.
Esto además va en detrimento de nuestra valoración personal, pues se reforzará la idea de que no somos capaces de lograr lo que deseamos, que no tenemos suerte, que no es posible para nosotras conseguir la vida que desearíamos.
Es por ello que es importante conocer nuestro propósito, saber cuáles son nuestros dones y habilidades, eso que se nos da bien, que nos encanta hacer, que otros necesitan y por lo cual nos pagarían, es la llave de acceso a nuestra libertad, económica y emocional.
El propósito es nuestra fuente de abundancia.
Cómo conquistar la independencia económica
Cuando me enteré que mi hijo estaba en camino mi situación cambió radicalmente. En líneas generales, decidí volver a vivir con mi madre y dejar dos de los tres trabajos que tenía. Es decir que mi situación económica se vio sumamente afectada.
En un momento mi dependencia económica y emocional parecía no dejar de crecer. Lo cierto es que comencé a sentir que no tenía muchas esperanzas. Me sentía decaída, anímica y físicamente agotada.
Un día me cansé de quejarme y sufrir, y decidí tomar las riendas de lo que me estaba sucediendo. Si había llegado hasta ahí por mis propios medios claramente también estaba en mí el poder de salir de allí. La pregunta era ¿Cómo?
Para conquistar mi independencia económica tuve que:
Trabajar en mi valoración personal, para confiar en mí y en mis capacidades.
Deconstruir y actualizar mis creencias en relación al dinero.
Aprender sobre finanzas para conocer mis números y establecer objetivos reales y concretos respecto a mi economía.
Trabajar en mi autoconocimiento para encontrar mi propósito.
Seguir profundizando en cada uno de los puntos anteriores, de manera constante.
Todo esto lo hice sin demasiada inversión, aprovechando los recursos gratuitos disponibles en internet y que están al alcance de todas -desde audiolibros en youtube, libros en pdf de descarga gratuita, masterclass, podcasts, y cuanto curso gratuito encontraba.
Al tiempo, como por “casualidad”, mi situación comenzó a mejorar, por lo que decidí invertir en Terapia Holística por un lado y asesoría personalizada con una coach, por otro.
Los cambios comenzaron a manifestarse de manera creciente. Mi economía mejoró al organizarme, y al cambiar mis creencias sobre el dinero comenzaron a surgir mejores posibilidades profesionales. Volví a tener mi propio hogar para mí y mi hijo, y comencé a sentirme cada vez más fuerte y confiada. Y como si ello fuera poco, comencé a formarme para poder brindar todas las herramientas que soy capaz de ofrecer al haber experimentado en mi misma resultados asombrosos.
Encontré mi verdadero propósito y decidí lanzarme a explorarlo y desarrollarlo.
Hoy me encuentro haciendo lo que amo, viviendo en un hogar construido por mí, conviviendo con una pareja amorosa, brindándole a mi hijo todo lo que necesita y considero mejor para su crecimiento. Así y todo, continúo trabajando e invirtiendo en mi crecimiento y desarrollo personal y profesional.
Esta experiencia es la que me interesa transmitirles a quiénes me leen y consultan. Para avanzar y crecer, es necesario, primero comprender que somos responsables de nosotras mismas, segundo que es importante invertir en nuestro propio desarrollo personal y tercero que es imprescindible hacer la tarea.
¡Los resultados no llegan solos, son fruto de nuestras acciones!