Por qué necesitas armar un plan de acción y cómo puedes armarlo
Hemos reflexionado acerca de la importancia de tomar consciencia y responsabilizarnos de nuestras decisiones, así como también hemos planteado la importancia de definir objetivos reales para construir la vida que deseas.
La tercera fase en la Terapia de Deconstrucción consiste en armar un plan de acción. Se trata de un mapa que trazamos para alcanzar metas y objetivos que previamente hemos establecido, a partir de un trabajo de autoconocimiento que realizamos con anterioridad.
La importancia de establecer este plan es la de obtener paz mental, equilibrio emocional y poder personal de concretar la vida que deseamos y que de manera consciente hemos decidido vivir.
Claramente, no todo está bajo nuestro control, y tampoco se trata solamente de tener la intención. La verdadera esencia de tener un plan es conocer hacia dónde deseamos dirigirnos, con la tranquilidad de que, frente a los obstáculos, contamos con las herramientas y recursos necesarios para afrontarlos, lo que a su vez nos permite también ser flexibles ante los acontecimientos externos.
¿Qué significa armar un plan de acción?
Si no estamos acostumbradas a indagar en nuestros valores y deseos reales, si nunca hemos definido metas y objetivos claros y medibles y por ende nunca nos hemos sentado a trazar un plan de acción, probablemente, y al leerlo de corrido todo junto en un mismo párrafo, sintamos que iniciar cualquiera de estas acciones nos abruma, nos pesa, nos resulta difícil de digerir.
Sin embargo y antes de que tiren la toalla, déjenme decirles:
Toda habilidad se adquiere con la práctica, igual que la adquisición de un nuevo hábito.
Si realmente deseamos cambiar nuestra situación actual, sea la que sea, necesitamos adentrarnos en el proceso y hacer la tarea.
No me refiero con esto a que será fácil o difícil. Eso dependerá de la experiencia subjetiva de cada una.
Lo que quiero destacar es que es un proceso que se descubre y conquista en el andar, y para ello debemos tener y tenernos paciencia, ser amorosas con nosotras mismas, tener perseverancia y sobre todo actuar.
Por pequeños que parezcan los pasitos que damos, a la distancia se verá un camino recorrido que no veremos sin dar el primero de ellos.
Les aseguro que comprometerse a comenzar el camino les traerá mayores beneficios para sus vidas que el quedarse esperando a que las cosas simplemente sucedan.
Síntomas y consecuencias de no armar un plan de acción
Ahora bien, ¿se puede vivir sin un plan de acción?
¡Pues claro que sí! Yo lo he hecho durante mucho tiempo. No puedo decir exactamente que me haya ido mal, pero puedo asegurar que no me fue como realmente quería.
Vivir sin uno o varios planes es como viajar sin rumbo fijo.
Ciertamente, el viaje se efectuará de todos modos, pero no tendremos idea de los destinos y mucho menos de si son destinos que anhelamos conocer y transitar. Además, quien capitanee ese viaje siempre será otro u otra, porque alguien de seguro tendrá que tomar las decisiones.
Las sorpresas son buenas en cierta medida y en ciertos aspectos, pero vivir de sorpresas puede generarnos un nivel de estrés y ansiedad que no resultará para nada productivo ni beneficioso.
Algunos indicadores de que estás viviendo sin un rumbo definido y por ende sin plan son:
Ansiedad
Sobrecarga mental por no delegar tareas
Dificultad para tomar decisiones
Sentimiento de falta de propósito
Dificultad para reconocer logros
Incapacidad de anticipar obstáculos o problemas
Dificultad para aprender de errores por no tener parámetro de comparación
Sensación de que el tiempo y la vida se nos escurre de las manos
Es por eso que te invito a conectarte con la sola idea de armar un plan de acción, pues como veremos, se adquieren múltiples beneficios al elegir esta opción.
Un plan de acción es una herramienta viva
El principal beneficio de armar un plan de acción consiste en permitirnos gestionar nuestros tiempos y recursos en función de lo que deseamos construir y alcanzar.
Es una herramienta viva porque está en constante revisión y transformación, de acuerdo a las circunstancias que se presentan, a los imprevistos, a los cambios en nuestros entornos personales y profesionales.
Tener definido un plan nos posibilita estar atentas a las modificaciones que se requieran y a la posibilidad de aprender de los posibles errores y transformarlos en aprendizajes positivos y posibilitantes.
Además, tendremos en claro lo que depende de nosotras y lo que no, qué cosas pueden producir variables, desviaciones, cambios en la ruta trazada, pero nada de esto nos impedirá cambiar el rumbo, salvo que esa se convierta en una nueva decisión y, por tanto, en un nuevo plan de acción.
Un plan de acción siempre nos permitirá seguir un camino previamente definido y realizar los ajustes o cambios necesarios, pero siempre con una intención consciente y dirigida a un fin.
En conclusión, el desarrollo de un plan de acción nos posibilita:
Entrar en contacto con lo que consideramos importante alcanzar en la vida, de acuerdo a nuestros valores y deseos.
Conocer nuestros recursos internos y los que puedo construir o desarrollar.
Definir las cosas o situaciones que dependen de una misma y las que no.
Determinar qué recursos externos son requeridos y cómo podemos gestionarlos.
Organizar nuestros tiempos y recursos con antelación.
Posibilita la automatización de tareas y/o su delegación.
Favorece la motivación intrínseca
Nos permite fijar tiempos para el esparcimiento y el desarrollo de la creatividad
Por lo tanto, un plan de acción nos libera de la ansiedad de no saber qué hacer al siguiente instante, de la presión de tomar decisiones sin tener en claro el por qué, y sobre todo nos libra de vivir una vida sin sentido claro, sin propósito y con la sensación de que simplemente nos pasa y no podemos hacer nada al respecto.
Los pasos para armar un plan de acción
En líneas generales, los pasos a seguir para la elaboración de un plan de acción, son los siguientes:
Establecer, a través de un proceso de autoindagación y autoconocimiento, cuáles son las metas que deseamos alcanzar
Definir los objetivos, concretos y reales, que serán los puentes a atravesar, en el camino hacia el logro de las metas planteadas.
Identificar con qué recursos contamos y cuáles necesitamos desarrollar u obtener (propios y externos)
Establecer tareas y determinar cuáles son realizables por nosotras mismas y cuáles podemos delegar
Fijar tiempos para cada objetivo y empezar a actuar
Existen dos tipos de planes, los grandes para metas grandes y los pequeños para metas u objetivos más pequeños. En el caso de las metas que requieren menos tiempo, trabajo y esfuerzo, quizás no necesitemos de demasiada ayuda, hasta podamos hacerlas solas.
En cambio, cuando se trata de metas más grandes, que tienen que ver con nuestro desarrollo personal y profesional o metas de vida mucho más amplias, seguramente requeriremos de la intervención de otras personas que aporten sus recursos para contribuir al cumplimiento de nuestro plan.
Si nunca hemos adquirido este conocimiento e incorporado este hábito, quizás en principio nos resulte trabajoso. Por eso, en nuestra Terapia de Deconstrucción contamos con distintos recursos profesionales a los que acudir, así como información valiosa en bibliografía y redes. Sin embargo, siempre insistiré en que la tarea y el trabajo son sumamente personales y requieren de mucha constancia. Nadie nos sacará del malestar sin nuestra propia cuota de responsabilidad y acción.
Desde mi experiencia profesional y personal, puedo acompañarte a descubrir cuáles son tus deseos, el para qué y el cómo, haciendo de esta experiencia, un viaje de autodescubrimiento y empoderamiento personal sobre tu vida.