Paola Bossi

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¿Cuál es tu objetivo o propósito de vida?

Tener un objetivo o propósito de vida significa que la vida no nos pase por delante sin ser artífices de nuestra propia obra.

Un objetivo o propósito de vida está vinculado a nuestras habilidades y dones, cuya realización nos produce placer y necesidad de darle curso, desarrollo, desplegarlo en beneficio personal y colectivo. Es decir, la realización de nuestro objetivo y propósito de vida, tiene indefectiblemente un impacto individual y también social. 

El propósito es fuente de abundancia emocional, espiritual y material, ya que nos colma de satisfacción y sensaciones placenteras al realizar algo que disfrutamos y que además podemos recibir una remuneración por ello.

Todas tenemos al menos un don que necesitamos descubrir, explorar y explotar. 

La búsqueda del propósito muchas veces se plantea como un camino largo, a perseguir, inaccesible para muchas. Esto se debe a que desde muy pequeñas y por cómo están dadas las condiciones del sistema educativo actual, nadie nos enseña o nos acompaña a descifrar eso que nos apasiona, que se nos da en principio, de manera natural. Se nos suele educar para respetar y cumplir normas, aprender ciertas funciones, y apuntar todas al mismo sistema familiar, laboral y social.

Encontrar nuestro propósito es tener un norte, un camino a seguir con intención y consciencia, en coherencia con quienes somos y qué deseamos.

A mi entender, este objetivo o propósito no es necesariamente algo estático y definitivo. Puede ir mutando, creciendo, variando con el tiempo, las experiencias y en función de cómo se desarrolle o se vaya desplegando nuestra historia de vida. Pero siempre es algo que nos motiva, es decir, que nos mueve al hacer.

Darnos la posibilidad, el tiempo de buscar ese objetivo singular y personal, nos colma de sentido la existencia.

Sentir que la vida tiene un sentido, independientemente de los avatares que puedan presentarse, nos colma de dicha, de satisfacción, de amor propio, de amor para dar, para construir, para dejar huella, para trascender la propia existencia. Dejar una marca, un aporte significativo por más pequeño que parezca.

Si nos dedicáramos a buscar y a hacer eso para lo que sentimos que estamos hechas, eso para lo que vinimos al mundo, seguramente este sería un mundo repleto de personas que vivirían llenas de sentido y bienestar. Nada faltaría y nada sobraría, porque cada cual estaría ocupando justo el lugar que le corresponde y para el que está en este tiempo y espacio.

¿Qué sucede cuando no tenemos un propósito? ¿Cómo afecta a nuestras vidas, decisiones, sueños, proyectos? 

Sin definir un propósito nos sentimos perdidas en un océano cuya marea nos arrastra a su propio ritmo. El deseo se desconecta, el placer se liga a cualquier cosa menos a la que nos produce dicha y bienestar. Generalmente a los mandatos sociales y familiares.

No tener o buscar siquiera un objetivo real y coherente a nosotras mismas, es entregar el timón, que otro u otros naveguen por nosotras y nos lleven a los puertos que más les interesen.

Donde mayormente se pone de manifiesto la falta de propósito, es en nuestro trabajo. Ese que aceptamos porque se suponía era una buena oportunidad o porque sentimos que no nos quedaba otra. 

Quizás durante un tiempo (a veces durante años), creemos que no nos afecta demasiado el que no nos guste tanto lo que hacemos, que las condiciones laborales no sean las adecuadas o que la remuneración no sea acorde al tiempo y esfuerzo que le dedicamos. Entonces seguimos adelante, pero no sin un costo. Comienzan las quejas (que cada vez son más frecuentes), la resistencia a ir a ese lugar, la ansiedad cuando finaliza el domingo y vemos que volvió el lunes. Se nos pasan los días corriendo esperando que llegue el viernes y deseamos que se acabe el año para que (con mucha suerte y viento a favor) podamos vacacionar al menos 10 o 15 días en la costa.

Más temprano que tarde, terminan por aparecer los síntomas, físicos y/o emocionales que, aunque parezca ilógico, actúan a modo de salvavidas. Nos obligan a frenar, a escucharnos, a tomar consciencia, a reflexionar, a hacer un cambio. De lo contrario persisten o se intensifican.

Las manifestaciones de falta de propósito suelen ser:

  • Falta de motivación laboral.

  • Desgano.

  • Ansiedad (pre lunes).

  • Angustia.

  • Altibajos emocionales frecuentes sin saber su razón o causa.

  • Malestar que se despliega en todas las áreas de nuestra vida, repercutiendo en nuestros vínculos.

  • Síntomas físicos (dolores corporales, de cabeza, accidentes, entre otros).

Beneficios de contar con un propósito de vida

Existen infinidad de beneficios de contar con un propósito de vida. Entre los principales, podemos destacar que:

  • Le da sentido a nuestra existencia.

  • Nos motiva a avanzar a pesar de los inconvenientes.

  • Nos impulsa a desarrollarnos y crecer en eso que amamos.

  • Nos permite estar alineadas a quiénes somos y a lo que deseamos alcanzar.

  • Implica autoconocimiento, reconocimiento de los propios recursos y habilidades y confianza en nosotras mismas.

  • Nos genera satisfacción y por tanto aporta a nuestra valoración personal.

  • Podemos vivir de lo que amamos y sabemos hacer.

Confucio dijo: “Elige un trabajo que te apasione y no tendrás que trabajar ni un sólo día de tu vida”

Y para mí es aplicable a todos los ámbitos de la vida. Elegir y animarnos a hacer aquello que nos gusta le quita la carga del “deber”, del mandato.

¿Significa que no implique esfuerzo y dedicación? No. Seguramente el camino tenga ciertos obstáculos o altibajos. Pero si tenemos en vista nuestro por y para qué hacemos lo que hacemos, si logramos mantener el foco allí, esas “complicaciones” tendrán menos peso.

Qué hacer para contar con un propósito de vida

Para encontrar el propósito en nuestras vidas, primero que nada, es importante realizar un trabajo de autoconocimiento.

Existen personas que tienen muy claro cuáles son sus dones y en qué quieren desarrollarse. Otras lo tienen más o menos claro pero no se animan a dar el salto y otras directamente no tienen idea, sienten que directamente no tienen un propósito, que no es algo que se les dé necesariamente a todas.

Lo cierto es que todas tenemos un don o habilidad, algo que se nos da con facilidad, que nos sale naturalmente y en donde sentimos gratificación.

La cuestión es que muchas veces, por una cuestión cultural, no se nos ha enseñado a darle relevancia, mucho menos a desarrollarlo y muchísimo menos a acompañarnos en su búsqueda.

Por lo tanto, llegado el momento en donde nos damos cuenta que la vida que estamos viviendo no es la que deseamos, que tiene que haber algo más que trabajar para vivir y desear que llegue fin de año, ahí es donde tenemos que escuchar esa alerta interna y hacer algo al respecto. Algo por y para nosotras. Para nuestro crecimiento y desarrollo personal que indefectiblemente impactará en todo nuestro entorno.

Pero esto no sucede solo. Para poder visualizar y alcanzar un cambio interno, nos veremos ante la necesidad de abandonar viejos paradigmas, dejando de lado:

  • Las excusas.

  • Los mandatos.

  • Las lealtades familiares.

  • Los pensamientos negativos.

  • La autocrítica.

  • La queja.

  • La mirada puesta en el afuera, en los otros.

  • Lo que nos quita energía.

  • Lo que no nos nutre.

  • Lo que nos hace sentir cada vez más vacías, desganadas (trabajo, pareja, familia, amistades).

  • El qué dirán.

Existe una diversidad de técnicas y herramientas que pueden ayudarnos a conseguirlo:

  • Preguntas de autoindagación.

  • Escritura terapéutica.

  • Conexión con la niña interior.

  • Actualización de creencias.

  • Diferenciación de mandatos y deseos personales.

  • Entre otras que trabajamos en mi terapia de deconstrucción. Técnicas y herramientas basadas en la biodescodificación, p.n.l, afirmaciones positivas etc.

Al ser integral, la Terapia Holística aborda la búsqueda del objetivo o propósito de vida utilizando herramientas y técnicas prácticas de diversas terapias complementarias, ajustadas y adaptadas de acuerdo a la necesidad de las mujeres que consultan por mi Terapia de Deconstrucción.