¿A qué nos referimos cuando hablamos de relaciones tóxicas?
¿Qué son las relaciones tóxicas?
Una relación tóxica es una relación en la cual una o ambas partes permanecen en malestar, e insisten en un vínculo que los daña.
En este tipo de relaciones, podemos observar:
Asimetría (ejercicio de poder de una persona sobre otra).
Roles de víctima y victimario.
Relación de objeto y posesión (celos).
Ejercicio de control sobre la persona.
Malestar ante el bienestar y crecimiento de la otra parte.
Búsqueda intencional de hacer daño (físico, psíquico, emocional) a la otra persona.
Transgresión de los límites manifestados de manera explícita, por el otro u otra.
Denigraciones, humillaciones, para socavar la autoestima de la otra persona.
Aislamiento progresivo de los círculos de contención.
De ello podemos determinar que las relaciones tóxicas radican en la creencia de que no valemos, no merecemos nada bueno, sino castigo.
En las relaciones tóxicas a veces somos víctimas, y otras veces somos por momentos víctimas y por otros, victimarias.
Por víctimas me refiero a un estado de quietud, padecimiento y sufrimiento con sensación de no poder hacer nada al respecto. Es un estado de indefensión plena, donde creemos que nada está en nuestras manos por hacer. Permanecemos inmóviles e inactivas frente a lo que sucede, lamentándonos al respecto sin capacidad de accionar un cambio.
Por otra parte, la posición de victimaria es la que toma el control en la gestión de malestar de quien padece pasivamente.
Así mismo en la posición de víctimas, somos a la vez, victimarias de nosotras mismas.
Cualquiera sea la posición que hemos adoptado es tóxica, insana. Ya sea que generamos un daño a otra persona o a nosotras mismas.
Siempre que estemos y permanezcamos en este tipo de vínculos cabría preguntarnos: ¿en qué podremos estar siendo tóxicas o dañinas con nosotras mismas y/o con los demás?
Insistir en este tipo de vínculo tiene que ser nuestra primer alerta. Nuestra capacidad y poder está en pensarnos y evolucionar nosotras, por y para nosotras, lo que en consecuencia repercutirá positivamente en nuestro entorno.
Las demás personas podrán ser como quieran y puedan, y poco podremos hacer sobre ello.
Vale aclarar que en ningún caso estaremos hablando de culpas. No me refiero a que si estamos en una relación de este tipo es nuestra culpa. Me refiero a que el poder de cambiar y salir de allí si es nuestra decisión consciente y responsabilidad.
De nada vale que amigas, amigos, familiares o extraños, nos digan lo dañino de lo que estamos haciendo o permitiendo, si nosotras no hemos sido capaces aún de abrir los ojos y decidir tomar acción en el asunto para revertirlo.
¿Quiere decir que tenemos que poder solas cual heroínas de Marvel? ¡Pues no! Por el contrario, es mucho más beneficioso apoyarnos en círculos de contención, pedir ayuda a personas que sepamos y confiemos en que pueden hacerlo, ya sea por su experiencia profesional, personal o ambas.
¿Cómo podemos identificar las relaciones tóxicas?
Este tipo de relaciones se establecen sobre una dinámica de desigualdad y poder de una persona sobre otra, independientemente del tipo de vínculo que tengan (familiar, amorosa, laboral, amistad).
Suelen ser vínculos donde existe, entre otras cosas: competencia, celos, posesión, críticas, humillaciones, desvalorización y violencia (emocional y/o física). Es decir, lejos de aportar al desarrollo y crecimiento mutuo e individual, por el contrario llegan a estancarse y empobrecerse.
La alianza tóxica que llegamos a replicar en todos nuestros vínculos suele estar íntimamente conectada con la relación tóxica que hemos establecido con nosotras mismas, basada en la poca o ninguna apreciación personal que tenemos y en nuestra falta de inteligencia emocional. Se trata de una forma aprendida en nuestra más temprana edad. Como tal, puede desaprenderse para generar otros modos más sanos en todas nuestras relaciones, empezando por la nuestra.
La naturalización de determinadas conductas en torno a las relaciones que establecemos con las demás personas, puede llevarnos a permanecer en un vínculo tóxico durante años y no percibirlo como tal.
Podemos sentir malestar, estancamiento, necesidad de afecto, falta de libertad e independencia, instalamos la falsa creencia de que sin esa persona no somos nada o nada podremos hacer si nos falta.
La sociedad y la cultura nos han llevado a incorporar como naturales circunstancias tales como: los roles de cuidado, hogar y crianza exclusivos para la mujer, proyecto de pareja y familia (maternidad) como necesidad y realización personal, dependencia en un vínculo paternalista. Y otras más sutiles pero igual de perjudiciales como ser ciertas asociaciones o estigmas sobre nuestro género:
Mujer-Objeto.
Debilidad.
Incapacidad o inhabilidad en tareas comúnmente destinadas a varones.
Vínculo de competencia, envidia y celos con otras mujeres (lo cual nos mantiene en aislamiento).
entre otras
Consecuencias de las relaciones tóxicas
El principal efecto de establecer y sostener relaciones tóxicas es, básicamente, el continuar profundizando en una desvalorización personal que viene de base mal tratada y magullada.
Una autoestima fuerte y un autoconocimiento real e íntimo no nos permiten entrar en contacto con hechos y personas que nos hacen daño, así como tampoco vibramos en la necesidad de dañar a nadie por la falsa creencia de ser más en detrimento de un otro.
Esta falta de valoración personal y de conocimiento de nosotras mismas nos lleva a tomar decisiones y a vincularnos con el mundo y con nosotras desde la carencia y el malestar. Por ende, nuestras acciones siguen esta misma línea, repercutiendo en nuestra salud mental, emocional y física, al no estar atentas de cuidar nuestra forma de tratarnos -desde lo que nos decimos internamente hasta lo que ingerimos de manera física y emocional. Tampoco estaremos atentas a cultivar nuestros vínculos ni estaremos disponibles emocionalmente para brindarnos de manera amorosa y responsable con nuestros hijos y demás vínculos.
Seguramente permaneceremos en espacios de trabajo que nos frustran y nos hacen sentir estancadas y aburridas, lo mismo con nuestros espacios sociales, vínculos familiares y de pareja.
¿Cómo podemos hacer para dejar de ver a las relaciones tóxicas como algo natural?
Dejar las relaciones tóxicas es un acto de expansión de consciencia. Comenzando por construir la creencia de que lo natural es estar en abundancia y bienestar y no lo contrario.
El malestar, la carencia y la desidia, son aprendizajes construidos a partir de la experiencia de otros (familia, ancestros, entorno, cultura, etc.)
Aunque suene ilógico, salir de los círculos de decisiones y vivencias que nos resultan tóxicas (y por ende son nocivas para nuestro entorno) implica abandonar la zona cómoda de malestar.
¿Por qué cómoda? Porque todo acto aprendido, por doloroso o poco beneficioso que nos resulte hoy, nuestra mente lo considera como válido para nuestra subsistencia, ya que nos ha permitido sobrevivir hasta el día presente. Abandonar esas formas, implica para nuestra mente inconsciente y para nuestro cerebro un riesgo innecesario, ya que le representa un camino desconocido que no puede asegurarle esa supervivencia (en términos reales y simbólicos).
Es decir, emprender un cambio, implica un esfuerzo y la constancia de crear y sostener nuevos hábitos.
Para salir de este círculo tóxico necesitaremos identificar cuáles son aquellos aspectos nocivos para ambas partes de la relación, que se repiten una y otra vez en nuestros vínculos y relaciones con los demás.
La intención es rastrear cuál es el origen de esta forma de vincularnos, encontrar los primeros modelos y las referencias relacionales que nos llevaron a instalar esta manera particular de vincularnos.
Por otra parte, es necesario detectar cuáles son las creencias que existen detrás y que se instalaron de manera inconsciente, y que hoy nos llevan a entablar este tipo de relaciones con las personas que nos rodean.
A partir de allí, gestionaremos un nuevo sistema de creencias en función de los valores y del tipo de relaciones que deseamos establecer de ahora en adelante. Así podremos definir las acciones a emprender.
Cómo trabajar las relaciones tóxicas
Podemos destrabar la forma tóxica de relacionarnos a través de mi Terapia de Deconstrucción. Los puntos principales que trabajaremos son:
Detectar y tomar conciencia de cómo nos relacionamos con estas personas y cuál es nuestra responsabilidad e influencia en la generación y mantenimiento de estos vínculos tóxicos.
Encontrar respuesta a preguntas esenciales como: ¿Cuál es el origen de esta forma vincular? ¿Por qué lo hemos establecido como un modelo válido? ¿Cuál es la creencia que, de manera inconsciente, nos lleva a perpetuar y sostener estos vínculos?
Actualizar estas creencias en función de una nueva forma de pensar y concebir las relaciones sanas.
Comenzar a gestionar y a tomar acción desde las propias habilidades y herramientas personales y profesionales.
Es importante destacar que este camino no tiene que ser solitario, es más, es sumamente importante que apostemos e invirtamos en nosotras para desarrollarnos y crecer.
Por eso es saludable pedir y aceptar ayuda profesional y de quienes confiemos pueden apoyarnos en este tránsito.